Aokigahara, el bosque de los suicidios

El bosque de los suicidios, o Aokigahara, es un lugar que genera intriga, dolor y hasta temor. Símbolo de escape a los problemas de los vivos, este lugar ha adquirido un carácter casi mítico, y continúa despertando curiosidad a nivel mundial.

Este bosque está situado a 130 kilómetros al oeste de Tokyo, en la base del Monte Fuji y también es conocido como el Mar de Árboles.  El lugar en sí mismo es hermoso y apacible, con ningún tipo de ruido o sonido que le arrebate su tranquilidad, y además cuenta con diversas vistas de la montaña más alta del Japón.  Los árboles allí presentes podrían relatarnos historias centenarias, y sus cuevas subterráneas motivarnos a la aventura. Sin embargo, después del Golden Gate de San Francisco, es el lugar del mundo más frecuentado por quienes deciden acabar bruscamente con su vida.

​Una de las cuestiones que siempre llamó la atención del Japón a nivel cultural, es el arraigo que ha tenido el suicidio como práctica, desde los tiempos feudales de los samurai hasta nuestros días.

​Durante el siglo XII, El país vivió cambios notables, pasando del denominado período Heian (平安時代) a lo que fue el reconocido «bakufu» o gobierno militar Kamakura. Durante los años Heian se produjeron hechos importantes, como el traslado de la capital de la ciudad de Nara a Kyoto (794 d.C) y la incorporación paulatina de la clase guerrera a la cultura nacional. Y esto último es un hecho a destacar, ya que hasta ese entonces Japón se veía influenciado enormemente por la cultura China, gobernada por la Dinastía Tang, siendo prueba de ello la incorporación del confucionismo y el budismo como sistemas religiosos y educativos, sobretodo para la nobleza. 

​Llegando al final del período Heian, la clase guerrera, la cual comenzó a conocerse como «Bushi» (武士) que significa guerrero o «Samurai» (侍) que se podría traducir como servidor, fue escalando de forma tal que se produjeron choques por ver quien obtendría los mayores favores de la corte imperial. Este conflicto de intereses se dirimió en la guerra Genpei, que enfrentó a los clanes samurai más poderosos (Taira y Minamoto), derivando en el Bakufu o shogunato Kamakura. Y es durante este auge de la clase militar que se introduce el «Bushido» (武士道) o camino del guerrero como código de conducta infaltable.

​El Bushido, entre otras cuestiones, argumentaba que el máximo tesoro que poseía un guerrero era su honor, y perder la vida era preferible a carecer del mismo. Es aquí donde aparece el concepto de «Seppuku» (切腹) o «Harakiri» (腹切り) que literalmente refieren a cortarse o abrise el adbomen o vientre.

El suicidio se llevaba a cabo de manera ritual, y era considerado un acto honorable, o capaz de salvaguardar el honor de un samurai ante los errores o actos maliciosos que pudiese haber cometido. Incluso, muchos guerreros, antes de quitarse la vida, dejaban escrita una poesía describiendo sus últimos momentos, exaltando la acción que estaban por realizar. «El camino del samurai se encuentra en la muerte» es una frase que se puede encontrar en el libro «Hagakure» de Yamamoto Tsunetomo, el cual recopiló durante los años 1710 y 1717 todos los conceptos del bushido como código de conducta necesaria para los valores japoneses. En esta frase puede notarse el valor dado a la muerte, no como algo negativo,  sino como un fin, la añoranza de un final respetable, loable, que no todos pueden alcanzar.

​El Japón moderno, pasado el período feudal, siguió manteniendo en algún aspecto el sentido del suicidio como alternativa válida a la vergüenza o el deshonor. Puede ser la pérdida de un trabajo, el descubrimiento de una caso de corrupción, o simplemente la decepción con la forma en que la sociedad se maneja. Las razones son infinitas, pero engloban el mismo concepto.

​Es por este motivo que no es de extrañar que Aokigahara se haya convertido en una especie de lugar de peregrinaje para los individuos desencantados con la vida. Este bosque es un lugar tranquilo, particularmente hermoso y natural, valores que encierran parte del significado poético que tiene el suicidio en un país como Japón.

Dentro del Aokigahara, los visitantes se encuentran con carteles, en su mayoría en japonés, pero también los hay en otros idiomas, que llaman a las personas desilusionadas a no quitarse la vida. Frases como «piensa en tu familia, en tus hijos» o «la vida es un tesoro que debes valorar» son vistas a lo largo del camino.

También se pueden visualizar cintas de colores, las cuales son utilizadas por los suicidas para marcar su camino, ya que existe la posibilidad de arrepentirse, y con el recorrido señalizado pueden regresar sin perderse en tan inmenso bosque. De igual modo, a veces incluso suelen verse vehículos vacíos de personas que se dirigieron allí sin intención de volver. Un panorama triste y deprimente.

​No existen números exactos, pero el estimado de suicidios anuales llevados a cabo en Aokigahara es de 100, el cual es un número bastante elevado. Y Japón se encuentra en el top 5 de los países con mayor cantidad de muertes autoinfligidas del planeta, rondando los 30 mil casos por año.

Los motivos son varios, pero quizás podríamos destacar la herencia cultural de la época feudal, la nula tolerancia al «fracaso», traducida en vergüenza o pérdida del honor, y en muchísimos casos también poca capacidad de rebeldía ante normas establecidas de forma implícita. 

​Aunque, a su vez, hay un reconocimiento de la muerte como parte del camino que todos como seres humanos debemos transitar. Así lo refleja este poema escrito por el maestro Zen Gesshū Sōko que transmite este sentimiento:

​Inspira, espira,

Adelante, atrás,

Viviendo, muriendo,

Las flechas, disparadas contra sí,

Se encuentran a mitad del camino y rebanan

El vacío en su vuelo sin objeto.

Así regreso al origen.


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